Entrevista a Cornelia Sollfrank, ptqk
Mugalari / 2008
En el seminario y la mesa redonda "Sharing Artistics Strategies", celebrados en Arteleku, Cornelia Sollfrank abordó algunos de los ejes principales de su trabajo: los límites de la idea de autoría y genio artístico y el papel actual de los artistas en la construcción de una sociedad basada en el conocimiento y el intercambio de bienes intangibles.
Desde mediados de los noventa, la trayectoria de Cornelia Sollfrank ha estado ligada al hacking, el arte conceptual, el net.art, el ciberfeminismo y, en general, la transferencia de las estrategias subversivas de las vanguardias a los medios digitales. Ha sido una de las responsables de las tres Conferencias Internacionales ciberfeministas, redactora de las fundacionales "100 anti-tesis del ciberfeminismo" y fundadora del colectivo Old Boys Network, uno de los más significativos de este anti-movimiento surgido en plena explosión del new media art para denunciar la dominación masculina en el ciberespacio. Entre sus intervenciones artísticas cabe mencionar net.art generator, una aplicación informática que recombinaba materiales online para crear "obras de net.art" o Female Extension, con la que simuló la inscripción de más de 200 artistas mujeres a una competición de arte digital. En los últimos años, su obra se ha centrado en los límites de la autoría y la propiedad intelectual con obras como I don't know (2006), una video-entrevista con Andy Warhol en la que ambos artistas dialogan sobre la creatividad, la autenticidad, las técnicas de reproducción digital y la verdadera autoría de las flores pintadas por el americano.
Si la cultura puede servir para construir la reputación de una ciudad también puede servir para destruirla. Los artistas son especialistas en operaciones simbólicas y además desde una posición muy poderosa. Los gestores deberían tener más cuidado con el modo en que tratan a sus "recursos creativos".
¿Cuáles son las ideas clave para abordar la autoría hoy?
Para mí la autoría toma relevancia cuando se piensa en quién ha realizado una creación artística que utiliza material pre-existente o está basada en otra obra. Cada vez más artistas que utilizan el collage, la remezcla o el sampling se encuentran con problemas legales. Esto tiene que ver con el giro actual hacia una economía del conocimiento que, al estar basada en el intercambio de bienes inmateriales, requiere leyes de propiedad intelectual cada vez más restrictivas.
¿Se puede deconstruir la autoría sin deconstruir el arte mismo?
Pienso que existen universos artísticos paralelos. Es cierto que todo el arte asociado con el mercado del arte necesita apoyarse en las ideas tradicionales sobre lo que hace un artista y lo que es una obra de arte. El nombre del artista es una marca que ayuda a vender el producto. Pero también hay otras prácticas que reconocen al artista un papel más complejo en la sociedad que el de simplemente crear objetos comercializables.
En la mesa redonda de Arteleku también surgió el debate sobre el papel de los artistas en la economía del conocimiento, la utilización de la cultura para el desarrollo urbano o la nueva moda de la "clase creativa" defendida por autores como Richard Florida.
¿Cuál es tu punto de vista?
Es obvio que en la última década el arte se ha ido instrumentalizando cada vez más para fines políticos. No sólo las ciudades lo utilizan para competir unas con otras, también ocurre a nivel estatal: se habla del "joven arte británico" o la "nueva pintura alemana". Curiosamente, el Estado no gasta menos en arte sino que ahora se sirve de éste para otros fines. En Alemania la financiación pública de la cultura se está reduciendo mucho. Los proyectos de arte independientes no tienen casi ninguna posibilidad de encontrar apoyo económico salvo que se enmarquen en un proyecto político como por ejemplo HafenCity, la reconversión del area urbana del puerto de Hamburgo, o el futuro festival Subsvision que no es sino la cooptación de la subcultura internacional para festejar las políticas gubernamentales en perjuicio de la producción cultural local. Esto no sólo significa el final de la autonomía artística -si es que ésta ha existido alguna vez- sino también algo mucho más inquietante: que las prácticas culturales críticas o experimentales sólo pueden, o morir de hambre, o pasar a formar parte de la propaganda estatal.
En ese contexto ¿que posición táctica se puede tomar?
Estoy convencida de que actualmente vivimos un gran cambio en el que los artistas deben repensar su posición en la sociedad. La mayoría de ellos aún no se han dado cuenta de la importancia que tienen. Están en el ojo del huracán, ya sea en el escenario descrito antes o en lo que se refiere a las políticas de propiedad intelectual. Los artistas juegan un papel primordial en la construcción actual de la sociedad pero todavía se creen individuos románticos que no hacen nada más que expresar sus sentimientos. Esta es la razón por la que pueden ser tan facilmente explotados: trabajan casi gratis y están satisfechos si obtienen un poco de reconocimiento. Por eso suelo decir que los artistas a los que no les importe ser utilizados para intereses estatales y capitalistas, deberían asegurarse de que cobran lo mismo que cualquier otro trabajador que juega en el mismo terreno. Por el contrario, si deseamos seguir buscando nuestras propias verdades, tendríamos que empezar a acostumbrarnos a la idea de ser realmente independientes, tanto del estado como del sector privado. Y quizás empezar a crear nuestros propios negocios.
¿Qué quieres decir exactamente?
No hay una respuesta acertada a esta problemática, es muy compleja. Pensando en cómo ser independientes económicamente y obtener cierta libertad, es el camino que ya han tomado muchos artistas (incluso recurriendo al apoyo de sus compañeros y familiares). Pero esto está muy oculto. Hacerlo de manera consciente como estrategia y utilizar ese espacio de libertad fortalecería a los artistas porque no se sentirían unos perdedores si no ganan dinero con su arte. Otra estrategia paralela es intervenir en las políticas culturales y luchar por la financiación pública. Por supuesto el Estado debería mantener una responsabilidad en la producción cultural que no es "económica". Pero lo que se puede conseguir es limitado mientras los artistas no se den cuenta del poder que tienen actualmente. ¡Imagina una huelga general de trabajadores culturales! Si la cultura puede servir para construir la reputación de una ciudad también puede servir para destruirla. Los artistas son especialistas en operaciones simbólicas y además desde una posición muy poderosa. Los gestores deberían tener más cuidado con el modo en que tratan a sus "recursos creativos".
Publicado originalmente en Mugalari (suplemento cultural del diario Gara) el 31 de mayo de 2008. CC Ptqk 2008. Este texto está registrado bajo una licencia Creative Commons
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